[Historias] El Rey Dragon
Su nombre era Balienriel. Había nacido hace tiempo, mucho tiempo, su hogar fue un día Ulthuan, la isla sagrada, era esa una época hermosa en la que solo le preocupaban las doncellas y la poesía, después llegó la terrible guerra contra el caos y la lucha a las órdenes de Aenarion el grande en la más cruel batalla que vieron los siglos. Cuando el peligro parecía haber desaparecido el destino siguió ensañándose con su raza, había estallado la guerra de los hermanos. Fue un guerrero valiente y de honor, que luchó bajo el estandarte de Malekith hasta que descubrió su verdadera naturaleza malvada, entonces aturdido por la traición y la vergüenza huyó hacia lejanas tierras todavía no descubiertas, comenzando así su verdadera aventura.
Capítulo 1: Dolobian
El elfo contempló nostálgico el mar, tan lejano desde aquella gris montaña pero tan cercano a su corazón, sus olas de azul turquesa que una a una rompían con la distante costa trayendo noticias de su patria perdida, noticias de Ulthuan.
Balienriel había llegado hacia muchos siglos en un pequeño barco de guerra del que era capitán durante la guerra con él había traído a cuantos refugiados pudieron embarcarse, en su mayoría eran soldados del bando de Malekith, que asqueados por su crueldad habían desertado, enfrentándose a la persecución de las elfas brujas y de los servidores del rey Fénix, sus familias viajaron con ellos, al contrario que la esposa de Balienriel, una adoradora de Slashneel que juró sacrificarlo al dios por su traición.
Empujados por vientos imprevisibles habían arribado en unas costas lejanas de cualquier civilización importante. La intención de Balienriel era fundar una secreta colonia de refugiados y aguardar el día que la vuelta fuera posible. Los elfos son criaturas de los bosques, pero las nuevas tierras podían esconder innumerables peligros, así que decidieron instalarse provisionalmente en las grutas de la gran montaña que dominaba el paisaje.
Fue quizás por casualidad o por un destino que todavía les ofrecía esperanzas que un jovencísimo elfo que buscaba pequeños hongos para su primera cena en tierra firme arañó un poco una pared de la cueva, que sin previo aviso se vino abajo revelando la existencia de un pasadizo natural que siguió a través de muchas curvas y baches, el camino se adentraba poco a poco en el corazón de la montaña, hasta que de pronto la luz inundó el lugar obligándole a cerrar los ojos, acostumbrados a la mortecina luz de su antorcha. Cuando los abrió no pudo contener un grito de asombro, el centro de la montaña estaba ocupado por la más enorme caverna que podía soñar, en ella cabría varias veces la capital del Rey Fénix, en el medio podía ver un lago de aguas cristalinas rodeado por un bosquecillo poco espeso de grandes matorrales. Otrora la montaña debía haber sido un gran volcán, la luz entraba a través de una gigantesca grieta en el techo, la lava incandescente se había enfriado a sus alrededor formando delicados cristales que filtraban los rayos del sol descomponiendo la luz en mil colores.
La noticia corrió como el alcohol por la sangre entre los exiliados, la respuesta fue unánime, se establecería ahí. Así nació Dolobian que en élfico significa raíces de piedra. Los elfos prosperaron en poder y esplendor bajo la guía de Balienriel. La ciudad estaba en una pequeña isla dentro del lago, la gris capa de la montaña escondía unos cimientos de prístino mármol que utilizaron para crear la urbe más hermosa que soñaron los mortales, las formas eran estilizadas, 10 minaretes blancos se proyectaban hacía el techo formando un decágono perfecto, sus cúpulas acristaladas decomponían la luz en un espectro y lo proyectaban sobre la torre de plata, el corazón de la ciudad, un palacio santuario en el que los exiliados transcribieron las obras más importantes de la moribunda cultura élfica. Sin embargo la torre de plata era mucho más que una biblioteca, era el centro administrativo de la ciudad, de proporciones áureas su fachada se adornaba con hermosas columnas y frisos y una serie de remaches de plata magistralmente situados para reflejar la luz proyectada convirtiéndola en un suave brillo argénteo. Rodeada por jardines con encantadoras fuentes su entrada era un gran patio de puro blanco presidido por una gigantesca representación de Aenarion al que conducía un pasillo de mármol flanqueadas por estatuas de dragones.
Alrededor de este centro nacía la ciudad, los edificios corrían paralelos a los amplios paseos y sus formas armoniosas y distintas confluían siempre en plazoletas con bellos jardines plantados cuidados con infinita paciencia y grandes fuentes de las que siempre manaba agua.
Con el paso del tiempo la pequeña población de elfos creció asombrosamente rápido. Al principio los hechiceros utilizaron su magia para volver fértil el lecho de roca de las cuevas y vivir del cultivo de especies de hongos gigantes y nutritivos musgos desconocidos hasta ese momento por los elfos. Sin embargo no tardaron en colonizar los bosques circundantes y establecer así un pequeños reino oculto entre montañas con un corazón de roca que latía cada día con más fuerza. Las nuevas generaciones no olvidaron Ulthuan ni la Guerra de los Hermanos, pero eran hechos ajenos a ellos, perdidos en la historia, así que la cultura de ese pequeño lugar comenzó a cambiar, el culto a la naturaleza se fusionó con el amor por las montañas, el trabajo de la roca y el dar forma al agua ocupaban los días de muchos de ellos, otros se dedicaban al cuidado de los bosques y a la escritura y unos pocos defendían el reino de las esporádicas incursiones trasgas, hasta la magia se volvió diferente, más cercana a la tierra y a la luz.
Sin embargo aquella paz no podía durar para siempre, y no lo hizo, el viento comenzó a traer aromas de guerra. Un ejército de hombres lagartos se dirigía hacia allí, de algún modo conocían su existencia y si Balienriel no hacía nada por evitarlo sería su fin, eran una nación sin ejército y más tarde o más temprano pagarían el precio de su imprevisión.
Capítulo 1: Dolobian
El elfo contempló nostálgico el mar, tan lejano desde aquella gris montaña pero tan cercano a su corazón, sus olas de azul turquesa que una a una rompían con la distante costa trayendo noticias de su patria perdida, noticias de Ulthuan.
Balienriel había llegado hacia muchos siglos en un pequeño barco de guerra del que era capitán durante la guerra con él había traído a cuantos refugiados pudieron embarcarse, en su mayoría eran soldados del bando de Malekith, que asqueados por su crueldad habían desertado, enfrentándose a la persecución de las elfas brujas y de los servidores del rey Fénix, sus familias viajaron con ellos, al contrario que la esposa de Balienriel, una adoradora de Slashneel que juró sacrificarlo al dios por su traición.
Empujados por vientos imprevisibles habían arribado en unas costas lejanas de cualquier civilización importante. La intención de Balienriel era fundar una secreta colonia de refugiados y aguardar el día que la vuelta fuera posible. Los elfos son criaturas de los bosques, pero las nuevas tierras podían esconder innumerables peligros, así que decidieron instalarse provisionalmente en las grutas de la gran montaña que dominaba el paisaje.
Fue quizás por casualidad o por un destino que todavía les ofrecía esperanzas que un jovencísimo elfo que buscaba pequeños hongos para su primera cena en tierra firme arañó un poco una pared de la cueva, que sin previo aviso se vino abajo revelando la existencia de un pasadizo natural que siguió a través de muchas curvas y baches, el camino se adentraba poco a poco en el corazón de la montaña, hasta que de pronto la luz inundó el lugar obligándole a cerrar los ojos, acostumbrados a la mortecina luz de su antorcha. Cuando los abrió no pudo contener un grito de asombro, el centro de la montaña estaba ocupado por la más enorme caverna que podía soñar, en ella cabría varias veces la capital del Rey Fénix, en el medio podía ver un lago de aguas cristalinas rodeado por un bosquecillo poco espeso de grandes matorrales. Otrora la montaña debía haber sido un gran volcán, la luz entraba a través de una gigantesca grieta en el techo, la lava incandescente se había enfriado a sus alrededor formando delicados cristales que filtraban los rayos del sol descomponiendo la luz en mil colores.
La noticia corrió como el alcohol por la sangre entre los exiliados, la respuesta fue unánime, se establecería ahí. Así nació Dolobian que en élfico significa raíces de piedra. Los elfos prosperaron en poder y esplendor bajo la guía de Balienriel. La ciudad estaba en una pequeña isla dentro del lago, la gris capa de la montaña escondía unos cimientos de prístino mármol que utilizaron para crear la urbe más hermosa que soñaron los mortales, las formas eran estilizadas, 10 minaretes blancos se proyectaban hacía el techo formando un decágono perfecto, sus cúpulas acristaladas decomponían la luz en un espectro y lo proyectaban sobre la torre de plata, el corazón de la ciudad, un palacio santuario en el que los exiliados transcribieron las obras más importantes de la moribunda cultura élfica. Sin embargo la torre de plata era mucho más que una biblioteca, era el centro administrativo de la ciudad, de proporciones áureas su fachada se adornaba con hermosas columnas y frisos y una serie de remaches de plata magistralmente situados para reflejar la luz proyectada convirtiéndola en un suave brillo argénteo. Rodeada por jardines con encantadoras fuentes su entrada era un gran patio de puro blanco presidido por una gigantesca representación de Aenarion al que conducía un pasillo de mármol flanqueadas por estatuas de dragones.
Alrededor de este centro nacía la ciudad, los edificios corrían paralelos a los amplios paseos y sus formas armoniosas y distintas confluían siempre en plazoletas con bellos jardines plantados cuidados con infinita paciencia y grandes fuentes de las que siempre manaba agua.
Con el paso del tiempo la pequeña población de elfos creció asombrosamente rápido. Al principio los hechiceros utilizaron su magia para volver fértil el lecho de roca de las cuevas y vivir del cultivo de especies de hongos gigantes y nutritivos musgos desconocidos hasta ese momento por los elfos. Sin embargo no tardaron en colonizar los bosques circundantes y establecer así un pequeños reino oculto entre montañas con un corazón de roca que latía cada día con más fuerza. Las nuevas generaciones no olvidaron Ulthuan ni la Guerra de los Hermanos, pero eran hechos ajenos a ellos, perdidos en la historia, así que la cultura de ese pequeño lugar comenzó a cambiar, el culto a la naturaleza se fusionó con el amor por las montañas, el trabajo de la roca y el dar forma al agua ocupaban los días de muchos de ellos, otros se dedicaban al cuidado de los bosques y a la escritura y unos pocos defendían el reino de las esporádicas incursiones trasgas, hasta la magia se volvió diferente, más cercana a la tierra y a la luz.
Sin embargo aquella paz no podía durar para siempre, y no lo hizo, el viento comenzó a traer aromas de guerra. Un ejército de hombres lagartos se dirigía hacia allí, de algún modo conocían su existencia y si Balienriel no hacía nada por evitarlo sería su fin, eran una nación sin ejército y más tarde o más temprano pagarían el precio de su imprevisión.